Masca la Iguana

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Luis Fernando Paredes Porras

miércoles, 12 de septiembre de 2018

La miada en el Ayuntamiento de Tuxtepec




El placer no es sino la felicidad de una parte del cuerpo.
Joseph Joubert (1754-1824) Ensayista y moralista francés.

Luis Fernando Paredes Porras / Masca la Iguana

Felipe Matías Velasco debe ser nombrado Hijo Predilecto de Tuxtepec, hace seis años de su muerte y la indolencia con la que es tratado su legado por parte de las autoridades encargadas del área de cultura de Tuxtepec es magistral, como la miada que se aventaron en el cerro.


Eso de hacer de la aguas es muy pero muy famoso, debe ser porque existe desde antes de que el hombre se concibiera como tal, provocando ya  la miadera, el placer de todos conocido, porque no hay mayor gozo que descargar la vejiga y quien lo niegue o quien se espante es por mustio.

Orinarse es un arte, eso piensa uno de chamaco cuando deslizas el chorro tibio sobre la tierra, el cemento, la llanta,  la pared o cualquier sólido que reciba las aguas de tus entrañas llegándote la inspiración de golpe y porrazo.

Tan arte es el orinar que existe un clásico del rock en español, interpretado por el grupo “Los toreros muertos” que describen el recorrido interesantísimo de la cerveza procesada por el cuerpo del bebedor para comenzar su caminar siendo una agüita amarilla, cálida y tibia hasta  ser lluvia que moja la ciudad, el colegio y el ayuntamiento,  algo así como el ciclo descrito por cri cri de “la gota de agua que trae la nube”.

Felipe Matías Velasco sabía del poder de la micción y otros procesos anatómicos que nombra en sus crónicas y poemas, pero dentro del reportorio de las fabulosas anécdotas que contaba, el discurso que elaboró a petición exprofeso para hacer quedar bien a un tercero que dirigiría las palabras en una boda, no tenía desperdicio y quienes la escucharon podrán disfrutarla al recordar su inigualable estilo y el momento del clímax deseando bendiciones a los nuevos esposos ahora que “junten sus miaderas”.

Y es que Felipe tenía razón en medio de su travesura, porque ya lo dice la canción del “Mión del cerro” que la viuda le lloraba al difunto con la parte que más sentía y se puso a miar” Si no me cree ahí le dejo el enlace para que se la aprenda y el reporte policíaco de tan lamentable hecho:


Hay excreciones muy apestosas, como las del borracho. Todos reconocemos un sitio donde varios han ido a apurados a dejar sus toxinas reuniendo aromas que inundan el ambiente al pasar, como flor que abre ante la presencia del olfato.

Lo que tampoco huele bien es la actitud de los responsables de limpiar el proceso de designación de Hijos Predilectos de Tuxtepec, pues siguiendo con el tema, es como si se siguieran orinando fuera de la bacinica y ya sabemos que cuando eso pasa, la cosa se apesta. Es cuestión de que se esfuercen más, que se tomen en serio su responsabilidad histórica,  levanten la tapa de la indiferencia y apunten su chorrito de acción a realizar con dignidad un evento que por fortuna para ellos y por desgracia para el pueblo - esa es mi opinión- , les toca organizar: el nombramiento de los hijos predilectos de Tuxtepec por lo que resta de su administración de la cosa pública.

Y es que el reglamento que elaboraron y ya  está vigente desde hace más de seis meses sirve para muy poco. Y su poca utilidad radica en los beneficios mínimos que otorga para el pueblo, ya que consiste en describir lo básico, lo elemental que se debe considerar para el nombramiento de un Hijo Predilecto de Tuxtepec pero no se atrevieron, no pudieron, no supieron o no quisieron o cualquiera de las combinaciones posibles, reglamentar para dinamizar lo esencial: el legado de cada una y uno de las hijas e hijos predilectos de Tuxtepec. Ahí es cuando, para no perder el hilo acuoso, amarillo y espumoso de esta ocasión, afirmo y sostengo que se siguen miando fuera de la bacinica. O como lo explica otro sabio refrán, “somos del mismo barro, pero no es lo mismo bacinica que jarro”.

El actual reglamento sirve para integrar un expediente del personaje postulado, realizar la solicitud por quien o quienes le postulan ante las autoridades, revisar el caso, enjuiciarlo, canalizarlo a la comisión, que lo autorice el cabildo, nombrar al nuevo Hijo Predilecto y colgar su foto en la sala y ya, no más porque se acaba y, dijera el mión del cerro, luego con qué firmo. Así de ofensivo es el reglamento y así también es que se siga postergando el simbólico acto, no por el hecho en sí, sino por lo que implica, lo que generaría en potencia para Tuxtepec, la región, el estado de Oaxaca y para el mundo. Porque así se debe de pensar, como quien decide echarse una miada calientita y espumosa y no un chisguete intermitente de poco alcance que termine por gotear los pantalones.

Quienes deberían defender el patrimonio cultural del pueblo, la riqueza cultural de este bello Municipio, a quienes el Edil Fernando Bautista Dávila confió esa tarea para estar a la altura de otras acciones que están mostrando una forma distinta de admisnitrar la cosa pública, ni un peso le están destinando al rescate, resguardo y divulgación del legado de las mujeres y hombres que han recibido la distinción y la recibirán como Hijos Predilectos. Pero de ello, me pide la iguana verdosa que ya le anda por ir al baño, le cuente después del 13 de septiembre y antes del 15, para que comprenda que los héroes locales de la patria son de carne y hueso y no caben en ceremonias escolares llevadas como máximo acto de la política educativa y cultural de un municipio que requiere ser tratado con respeto. Porque en todo hay niveles, hasta en la miadera que dicho sea de paso, la iguana no orina verde, así que puede cantar la rola de los toreros muertos ya que su arroyo Moctezuma está lleno de nuestras excreciones y sabe que se irán al cielo para regresar en forma de lluvia que mojen la ciudad, el colegio y al ayuntamiento. Ahí les dejo este clásico:


La verdosa se escabulle entre las plantas y veo su cola moverse con alegría por la micción liberada, a su regreso me pregunta mirándome a los ojos si yo orino sentado o parado, porque, me invita a investigar las ventajas de sentarse para no hacerse afuera de la tasa, cosa que por supuesto, el mión del cerro ignoró hasta el último día de su vida.


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